La oración de la magnífica virgen y sus lecciones
mayo 5, 2020Cuando se analiza la oración de la magnífica virgen, o el Magnificat, un punto muy importante que se tiene que analizar el esquema muy general es que poco sabe aún María que «una espada atravesará» su «propia alma también», y que no sólo «todas las generaciones» la llamarán «bendita», sino que uno de sus nombres será «Nuestra Señora de los Dolores». Para ella y para nosotros, el futuro está misericordiosamente velado. Sólo un ojo vio la sombra de la cruz que se extendía negra y sombría a lo largo de los primeros días de Jesús, y ese ojo era el de ella.
Lo cierto es que esta clase de puntos fundamentales de la oración de la magnífica virgen muchas veces son ignorados, pero todos los buenos cristianos deberían de interesarse por ellos, con el objetivo de que puedan dilucidar la grandeza de esta oración que la virgen nos regala. Y que hoy en día es muy utilizada para los casos más difíciles (https://creemos.net/la-magnifica/oracion-para-casos-dificiles/) Por ello, ahondaremos en dicho tema.
La oración de la magnífica virgen
Para empezar hay que recordar que la oración de la magnífica virgen se divide a veces en cuatro estrofas o secciones: primero, la expresión de la emoción devota (versículos. 46-48a); segundo, el gran hecho del que surgen (versículos. 48b-50); tercero, las consecuencias del hecho (versículos. 51-53); y cuarto, su aspecto para Israel como cumplimiento de la promesa.
Esta división es quizás algo demasiado artificial para nuestros propósitos; y podemos más bien simplemente notar que en la primera parte el elemento personal está presente, y que en la segunda se desvanece por completo, y las poderosas acciones de Dios solamente llenan el ojo y los labios de la virgen, quien la canta. No obstante, eso no impide que podamos considerar las lecciones de estas dos mitades.
Lecciones
Con respecto a las lecciones, hay que decir que la parte más personal se extiende hasta el final del verso 50. Contiene tres giros o estrofas, las dos primeras con dos cláusulas cada una, y las tres terceras. La primera es la de los versículos 46 y 47, la expresión puramente personal de las emociones alegres despertadas por la presencia y el saludo de Isabel, que llegó a María como confirmación de la anunciación del ángel. No cuando Gabriel habló, sino cuando una mujer como ella la llamó «madre de mi Señor”.
La lección es que la voz de Dios se hace más segura para nuestra debilidad cuando se hace eco de los labios humanos, y nuestras esperanzas más íntimas alcanzan la sustancia cuando son compartidas y habladas por otro.